Cuando decides emanciparte una de las cuestiones claves es alquilar o comprar. Al afrontar dicho dilema algunos suelen tomar la opción de alquiler como vía rápida por un lado y etapa de pruebas por otro. Salir del “nido familiar” supone una serie de incertidumbres que se atenúan eligiendo no embarcarse en la adquisición de una vivienda. Pero pasado cierto “periodo de pruebas”, y conforme las incertidumbres se van achicando, vamos girando hacia la opción de comprar nuestra casa.
En sentido inmaterial se valora la pertenencia a un espacio que vas conformando a tus gustos y necesidades. Notas una sensación natural de seguridad, de imperturbable convivencia en tu seno familiar y de configurar tu proyecto vital en un ambiente de estabilidad. En sentido material, destinar tu dinero a la compra de tu casa es como meter el dinero que vas ganando en tu hucha; y eso significa que cada mes incrementas tus recursos y tus posibilidades de consumo porque estás generando patrimonio personal y familiar.
En ciertos casos la movilidad laboral te lleva a no “poner el huevo” en tu nido. Pero, incluso en estos casos conviene tener presente que esa misma movilidad te puede llevar algún día a volver a la casa que compraste como ahorro o inversión. Y al mismo tiempo, ese ahorro o inversión te puede generar ingresos inmediatos y mitigar los gastos de desplazamiento y alquiler lejos de tu casa.
En definitiva, tener casa propia es uno de los grandes logros de nuestra vida y el tema financiero es uno de sus principales factores coadyuvantes. Por ello, en DIGEDUR, rechazamos la especulación inmobiliaria y otros factores que inflan innecesariamente los costes de construcción, para hacer accesible la vivienda en propiedad sin tener que renunciar a calidad de vida.